miércoles, 24 de septiembre de 2014

Siguiendo los pasos de San Pablo

Siguiendo los pasos de San Pablo

Un aspecto inherente a la vida es el cambio. Todo lo vivo es cambiante y por tanto pasajero. Asumir y aceptar el cambio y estar abiertos a Él, es otro reto que nos brinda la vida, otra Aventura que tenemos que asumir.

Hay dos aspectos distintos del cambio que tenemos que tener en cuenta: Uno es el que se produce ajeno a nosotros mismos, a nuestro alrededor, en todo lo que vivo, y en bueno sensibilizarse y percibir el fluir continuo de la vida en nuestro entorno, observar el carácter cambiante de cuanto nos rodea, cosas paisajes, personas… y de nuestra propia percepción, que también varía. Y el otro que queremos que se produzca en nosotros mismos.

Tenemos que analizarnos si tendemos a aferrarnos a lo que ya tenemos:
a)    tanto a los logros externos, las situaciones de fuera, como son: nuestro barrio, nuestro lugar de trabajo, nuestra comunidad, todo lo conocido, lo familiar, los lugares por los que me muevo con desenvoltura y con seguridad porque los conozco mucho,  y
b)    las situaciones internas: lo que yo creo haber conseguido en cuanto a mi forma de vida, mis hábitos, mis costumbres. Si prefiero seguir atado a lo que ya conozco por aquello que “mas vale malo conocido que bueno por conocer”
Si tenemos esta actitud, cualquier motivo es motivo de sufrimiento porque todo nuestro montaje se ve amenazado, ya que pone en peligro mis ideas, los valores, las opiniones, que tanto trabajo nos ha costado hacernos a las que nos agarramos con uñas y dientes.  Y es que nos hemos creado una imagen de cómo deber ser las cosas, el mundo, la vida, incluso como debemos ser nosotros mismos y las personas que nos rodean, y no podemos admitir nada que no encaje con esa imagen, porque supone renunciar a lo seguro, quedarnos en el aire, dejar espacio a nuevas posibilidades, a lo nuevo, a lo desconocido, al cambio… y eso nos da miedo Y entonces optamos por no admitir nada que no sea perfectamente “comprensible”, correcto, y que no encaje en ese mundo rígido y descolorido que nos hemos creado buscando seguridad, donde todo esta perfectamente ordenado y cada cosa con su etiqueta.


Nuestra vida entonces se centra en defender esos logros, en hacer cada vez más firmes nuestros esquemas y poco a poco vamos rechazando de forma más sistemática todo aquello que no sea perfectamente comprensible; nuestra vida es completamente lógica, ordenada, rutinaria, incluso hasta el desorden tiene su sitio; así para divertirnos hacemos cosas que están permitidas para esta ocasión, y para trabajar  o para descansar hacemos tales cosas, es decir los mismos hábitos, las mismas costumbres. Lo que vamos logrando como tal es que el horizonte se va estrechando y nos vamos insensibilizando más y más a percibir el mundo que nos rodea, la belleza de la cambiante naturaleza, la originalidad de las personas con las que vivimos, la infinidad de detalles nuevos que cada día ocurren en nuestro entorno. En definitiva nos vamos insensibilizando a la vida, porque la vida no encaja en nuestros conceptos rígidos en imagines, prefabricadas, sino que en sí misma es cambiante y sorprendente y no tiene porque ser lógica ni comprensible. Por eso para VIVIR es necesario estar abiertos siempre a lo Nuevo, al cambio.

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